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La verdad ofende y cuesta caro 

Escrito por Miguel Ángel García Muñoz

En los últimos días he leído textos que crucifican a Miguel Barbosa Huerta. 

Casi ninguno de los que escriben o hablan en el micrófono haciendo escarnio del exgobernador, se atrevieron a verter líneas ni pensamientos sonoros mientras tuvo vida. 

Depositan “coronas” al muerto cuando no tiene forma de defenderse, resultando que fue culpable de fabricar presos políticos; de desfalcar al erario; de ser manipulable; de delegar responsabilidades a ineptos y abusivos; de gobernar de oídas y de ser vengativo. 

Actúan a toro pasado. 

Incapaces, por cobardía, no dijeron en su tiempo lo que pensaban, sabedores que exponer la verdad o decir su verdad crea celos y cuesta caro. 

No se trata de defender a Barbosa, porque no tuve ningún trato ni compromiso con él, no obstante que lo defendí del morenovallismo, pero sí tengo la necesidad de hacer ver mi percepción que, considero, es real. 

Con esto quiero decir que, Barbosa, tiene culpa por ordenar la inversión de 606 millones de pesos al Banco Accendo, causando daño al erario; de su relación cercanísima con los panistas Roberto Gil Zuarth y Ernesto Cordero; que tuvo colaboradores, hombres y mujeres, que abusaron pensando que el poder es eterno; que abrió las puertas a periodistas de negra reputación para enriquecerlos, a pesar de haber sido objeto de escarnio por los mismos. Una recomendación federal le bastó para olvidar ofensas y calumnias de que fue objeto. 

Se negó a dejar el cargo, a pesar de su frágil condición física. 

No se le puede achacar de tener presos políticos en la cárcel. ¿O es que alguien va a decir que Arturo Rueda Sánchez, Eukid Castañón Herrera, Daniel Tavera Ramos y Francisco Romero Serrano, no son unos pájaros de cuenta? Todos enriquecidos con empresas fantasmas, negocios con dinero de procedencia ilícita y evasión al fisco, coludidos con el periódico Cambio del que es dueño Ignacio Mier Velazco. 

Esto me lleva a recodar historias en las que el común denominador fue enfrentar a gobernadores en vida y en pleno poder, intentando imponer la sensatez en su actuación, no extorsionando al estilo grotesco de Rueda Sánchez y tantos otros que circulan fingiendo decencia. 

A lo largo de mi vida periodística que abarca 51 años, me he enfrentado a 3 gobernadores escribiendo y externando lo que no les gustaba. Ahí están los archivos y las hemerotecas. No todo es malo en los gobernantes, hay que reconocerlo. 

La persecución, el hostigamiento, las amenazas de muerte no faltaron; sin embargo, un alto sentido de dignidad y de defender lo que consideré justo, me llevó a la lucha soslayando un crudo desenlace, siempre atenido a la razón y la protección divina. 

Con Mariano Piña Olaya (1987-1993) fue un sexenio de tortura por el hecho de defender a los vendedores ambulantes que en ese entonces lideraba Rubén Sarabia “Simitrio” con su organización “28 de octubre”. El periódico ABC se convirtió en su bandera y, a la postre, fue la excusa de Piña Olaya para mandar a su jefe de comunicación social, Alberto Jiménez Arroyo y su jefe de prensa, Raúl Zárate López, a romper toda relación. 

Se entrometió El Universal sección Puebla, que dirigía Rodolfo Ruiz, permitiéndole a Mario Alberto Mejía escribir su columna inventando que ABC se peleó con Piña Olaya porque le exigía 100 mil pesos de convenio en lugar de 60 mil y como el gobernante se negó, llegaron los ataques. Es decir, pegar para cobrar, muy al estilo de Mayito. 

El chiste era desprestigiar a ABC cuando se acercaba el relevo de Piña Olaya en la figura de Manuel Bartlett Díaz. 

Infamia pura de Mejía Martínez. 

En las páginas de ABC y El Universal hubo un intercambio epistolar que le costó el desprestigio a Mario Alberto, reconociendo que se había equivocado. Posteriormente, Rodolfo, me diría en el hotel Quinta Real que su colaborador lo había engañado con información falsa. 

La constancia de lo que digo está a la mano. 

Piña Olaya, vive. 

También Alberto Jiménez Arroyo y su papá Alberto Jiménez Morales, protagonistas de ese negro episodio. 

Mario Alberto Mejía y Rodolfo Ruiz, siguen escribiendo. 

Acompañado de mi papá Ángel García López, un enorme periodista, soportamos las embestidas del gobernador que se decía nacido en Champusco, pero las malas lenguas lo ubican en Guerrero. 

Desde 2004, ya sin mi padre del que tuve como valiosa herencia aprender de él y su honestidad periodística, me tocó enfrentar solo a Rafael Moreno Valle Rosas, a partir de 2010, pagando la factura de haber hecho pública mi simpatía por la candidatura de Javier López Zavala y ser amigo de Mario Marín Torres. 

Contra lo que se pueda pensar, esa no fue la causa principal de la ira del nieto del general, sino el hecho de no haber proporcionado información de convenios, facturas y premios que recibían otros medios de comunicación. Buen pretexto que sentenció el cierre de ABC como periódico impreso. 

Fueron 9 años de asedio perruno, contando la mini gubernatura de Antonio Gali Fayad, acrecentando el enojo de Rafael cuando fui designado, en 2013, director de El Heraldo de México, de Puebla y columnista del periódico UnomásUno. 

En 2016, Marcelo García Almaguer me ofreció una tregua en su oficina de Puebla Comunicaciones, además de privilegios con la condición de servir a Moreno Valle y renunciar a El Heraldo. “Si con esa lealtad que defiendes al periódico y a su dueño, defiendes a Rafa, ya chingamos”, dijo. Mi respuesta fue negativa, porque mi palabra vale, aunque sabía que el dueño de El Heraldo, Ricardo Henaine, no tenía ni tiene un ápice de hombría, gusta de la traición y la ambición desmedida. Fue mi decisión sin arrepentimiento. 

Vive Marcelo García Almaguer, inseparable de Fernando Manzanilla Prieto. 
Anda por ahí Fernando Crisanto Campos, vivales que fue testigo de la plática con Marcelo y con quien terminé a mentadas de madre en el restaurante La Casa de los Muñecos del Complejo Cultural Universitario. 

Nunca esperé a que los gobernantes citados terminaran su encargo para hacer valer mi verdad y mi hombría; menos a que murieran para dar rienda suelta a mis enconos como hacen muchos valentones. 

POSDATA: Tengo entendido que se hizo un corte financiero al morir Miguel Barbosa. Entonces, ¿por qué no dieron a conocer en ese momento todas las anomalías de su administración y pedir cuentas a quienes manejaron presupuestos? 
¿Por qué apenas? 

¿Lo van a culpar hasta de lo que no hizo? 

¿Invocarlo mediante el espiritismo para que se defienda? No jodan. 

POSDATA 2: Harían bien en abrir los hoyos financieros, costos y sobrecostos en obras suntuosas, concesiones, moches, encontrados con Rafael Moreno Valle Rosas cuando fue secretario de Finanzas y gobernador, acompañado de Fernando Manzanilla, García Almaguer, Eduardo Tovilla, Max Cortázar, Roberto Moya, Javier Lozano, Patricia Leal Islas y un largo etcétera. 

POSDATA 3: Hubo una acusación contundente de Miguel Barbosa que tampoco se ha investigado: “El gobierno de Guillermo Pacheco Pulido se gastó en su interinato 91 mil millones de pesos del presupuesto. Nada más dejó 600 millones en las arcas que no alcanzan para nada”. Así lo hizo público. 

Pacheco, anunció 26 obras en 6 meses de su administración. No existe ninguna. 

“El Plátano”, su apodo, ha sido una decepción como persona honorable. 

Las auditorías a su administración dicen mucho. 

Jorge Estefan Chidiac sabe de esto y también Verónica Vélez. 

Lamentablemente, mi amigo Ismael Ríos Delgadillo, se llevó muchos secretos oscuros encontrados a Pacheco y sus corifeos. 

Por cierto, el jefe de comunicación de “El Plátano” fue Fernando Crisanto, el mismo que trabaja para Ignacio Mier Velazco y le sirvió a Eduardo Rivera Pérez y Mario Riestra Piña. 

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